Cuando hace un par de años la ministra Olga Sánchez fue cuestionada en un foro, respecto a la violencia y muerte de las mujeres en Juárez, respondió con varios cuestionamientos categóricos «¿Dónde estaba el Estado cuando las mujeres salieron de sus casas a trabajar, dejando solos a sus hijos, incluso en las calles, por no existir espacios dignos y seguros, que permitieran a las madres salir tranquilas a trabajar? ¿Dónde estaba el Estado para brindar a esos menores la protección y educación suficiente, que impidiera que crecieran en medio de violencia y delincuencia? ¿Cómo nos puede sorprender que varios de esos niños sean ahora los delincuentes que reproducen el mismo  círculo de miseria y muerte?»

En el marco de la celebración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la mujer,  no podemos dejar de cuestionarnos lo poco que hemos hecho para contrarrestarla, y su presencia silenciosa que se empequeñece ante la dimensión de la violencia generalizada que se vive en varias entidades del país.

Refiero la anécdota en voz de la ministra, porque en el contexto que estamos viviendo, se habla de diversas medidas dirigidas a atacar la delincuencia, pero no se habla nada al respecto, de cómo evitar que las nuevas generaciones se sumen a ella. Cuando hablo de nuevas generaciones, estoy hablando de una población invisible: los menores de cero a seis años.

Cientos de ellos, en este momento, están en las calles, en los campos, en zonas de riesgo, y muchos, muchos, abandonados y a su suerte, fuera de la zona de protección de un adulto que les facilite su adaptación y desarrollo, en esa etapa temprana de la vida.

En ese contexto se inscribe el esfuerzo del diagnóstico «Los invisibles. Las niñas y los niños de 0 a 6 años: Estado de la Educación en México 2014», que dio a conocer recientemente la Asociación  Mexicanos Primero. El estudio promueve la idea de visibilizar la primera infancia, pues es desde esta etapa que es fundamental hablar de equidad para no agravar la condición de las niñas con el pasar de los años, ya que en este periodo es en el que se encuentra su mayor condición de vulnerabilidad y dependencia de los adultos que le procuran.

Preocupa el diagnóstico cuando refiere al estrés crónico/tóxico en los primeros años de vida, mismo que resulta de la pobreza extrema, maltrato físico y/o emocional recurrente, descuido crónico, depresión maternal severa, o violencia familiar, pues está comprobado que ello puede afectar al cerebro en desarrollo, y provocar un daño cognitivo, problemas en el aprendizaje, y en las relaciones sociales que durarán toda la vida.

Si a ello sumamos que el índice de los Derechos de la Niñez Mexicana (CEIDAS,2012) que mide el cumplimiento de los derechos de niñas y niños, reporta que México es un país inapropiado para la niñez, por el poco respeto que se tiene a los derechos de los niños; entre ellos el derecho a vivir libre de violencia (calificación de 5.9 en una escala de diez), la situación se vuelve alarmante.

Las cifras evidencian que no estamos trabajando para detener la espiral de la violencia que amenaza reproducirse en un continuo. Es hora de trabajar en programas que, sin descuidar el aspecto de contención de las medidas punitivas, generen políticas de prevención que intervengan en esta etapa temprana del desarrollo.

Generar habilidades cognoscitivas que permitan a niños y niñas, no sólo desarrollarse en el sistema educativo, sino estar en aptitud de generar habilidades que se traduzcan en ventajas en su edad adulta, exige que los programas integren la educación de los padres para fomentar actitudes positivas en sus hijos desde el nacimiento.

Detener la ola de violencia que nos afecta todos los días, en especial a las niñas, adolescentes y mujeres, exige que hagamos visible lo invisible. No se le está brindando a nuestra primera infancia herramientas para hacer la diferencia en su futuro. Por el contrario, se le está condenando a vivir, acostumbrarse y reproducir a la violencia como parte de sus vidas. No lo permitamos, exigimos al Estado las políticas públicas que lo impidan, es nuestra responsabilidad,